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- 13 jul 2020
- 3 Min. de lectura

EL INFIERNO PSICODELICO DE MANDY.

MANDY (2018) DIR. PANOS COSMATOS

Texto escrito por: Pablo Bonilla

Actualmente el cine fantástico está evolucionando y entrando en uno de sus mejores momentos. Existen autores en la actualidad, nuevos autores, que están luchando por darle una mirada fresca a un género necesitado de ideas frescas y caminos diferentes por los cuales caminar, y como bien se sabe, uno no sabe a dónde va, si sabe de dónde viene.

El cine fantástico se está nutriendo de los grandes clásicos y no en un afán de recreación, si no en una especia de reciclaje creativo en el cual se busca romper los moldes hechos. Uno de esos realizadores, sin duda, es Panos Cosmatos, hijo del director George Pan Cosmatos, director que en la década de los ochenta y noventa realizó un cine de acción, como lo fue ‘Rambo 2’ (1985), ‘Cobra’ (1986), y Tombstone (1993).

El joven director ya había demostrado en su opera prima una sensibilidad hacia el lenguaje cinematográfico, y especialmente el color, con su ‘Beyond the Black Rainbow’ (2010) logró ganarse la etiqueta de cineasta de culto, lo que llamó más la atención fue el hecho de creación tipo pastiche de cine de ciencia ficción de los 80´s, con referencias claras a Scanners (1981) de su compatriota David Cronenberg.

La historia fue sencilla, un científico que tiene planes macabros a través de la experimentación neuronal con una joven llamada Elena. Sí, la historia es reconocida e incluso explotada, pero la manera en la que se contó, fue lo que hizo que se volteara a ver a Panos. Debieron pasar ocho años, para que el realizador volviera a encontrar la historia que querría llevar a pantalla, así fue que llegó ‘Mandy’ (2018), con la cual se llevó mejor dirección en el festival de Sitges.

Con esta historia, Cosmatos se alió con una de las piezas más extrañas y de gran riesgo; Nicolas Cage, quien llevaba más de una década en obras de muy bajo nivel, casi desaparecido. Cage, un tipo con un gran carisma y con sus dotes histriónicas exagerados, se muestra como pez en el agua en una película que le da la oportunidad de dar rienda suelta a su sobre-exageración. Él es Red, un leñador que vive una apacible vida en una cabaña en el corazón de los bosques californianos, junto a su mujer Mandy, en 1983. Un pequeño paraíso terrenal en el que la pareja se da todo su amor lejos del mundanal ruido. Hasta que tiene la mala fortuna de llamar la atención del excéntrico líder de una secta, que llega invocar junto a sus secuaces, a un grupo de motoristas del infierno para que la capturen para sus propias intenciones. De esta manera se desencadena una historia de asesinato y venganza en la que Nicolas Cage sufre todo tipo de torturas y violencia mientras desciende a un infierno en la búsqueda de un “ajusticiamiento”, cual si Dante sumergiera su Divina Comedia en agentes psicotrópicos o la versión de Mad Max (1979) bañada en LSD se tratara, el desdichado Red emprende su sangrienta cacería a cada una de las personas que hicieron daño a Mandy.

Panos Cosmatos vuelve a impresionar como en su debut, de una facilidad de disfrazar un argumento sencillo y sin originalidad en una obra que parezca algo nunca antes visto. Para ello vuelve a reincidir en la estética que caracterizó a ‘Beyond the Black Rainbow’ con la expresiva y colorida fotografía de Benjamin Loeb, destacando ese intenso rojo en cada secuencia de violencia. Sin olvidar al magnífico y difunto Jóhann Jóhansson, que, gracias a las guitarras y sintetizadores, le da una atmósfera completa de cinta ochentera que le sienta de maravilla.

Pese que Mandy es mucho más accesible que su antecesora, Cosmatos se da el tiempo de tener una introducción pasiva y reflexiva, con el que sumerge a una onda mística que rodea a la pareja, en la que la etérea Andrea Riseborough está impecable. Una vez, que es superada la primer parte, es evidente el cambio de ritmo hacia el desenfrene y la ultra violencia, en el que las referencias no paran, desde ‘Evil Dead’ de Sam Raimi, hasta el look de los motociclistas tipo ‘Hellraiser’ y las partes animadas que me recuerdan a Bakshi con su ‘Tygra: Hielo y Fuego’ (1983) no se sienten separadas en ningún momento esas mezclas de referencias, al contrario, sirve para fortalecer el estilo de violencia, sangre, sudor y fuego como una pieza genial y verdaderamente transgresora que el cine fantástico ha conocido en la actualidad.